POR HUGH THOMAS
LA Reina de Inglaterra,
Isabel II, cumple hoy 60 años en el trono. Ha dominado mi imaginación
como ha dominado la de millones de personas más. Recuerdo que estaba
almorzando en 1952 con mi madre y unos primos cuando oímos la noticia de
la muerte del Rey Jorge, su padre. Tuve un buen asiento cerca de la
Abadía de Westminster para la coronación de 1953, gracias al puesto de
mi padre en el comité legislativo de la entonces colonia de la Costa de
Oro, que pronto se convertiría en Ghana. Recuerdo que la conocí en un
banquete de Estado celebrado en Windsor en 1987 en honor al Rey Juan
Carlos y la Reina Sofía. Aquella noche tuve una conversación con ella
sobre el Príncipe Andrés, que entonces estaba en Cambridge. Y fui
llamado formalmente por ella a la Cámara de los Lores en 1981 como lord,
y desde entonces he hecho el juramento ante ella diez veces.
En Inglaterra, la única monarca que ha reinado durante
tanto tiempo como la Reina Isabel es Victoria, que reinó durante 64
años, entre 1837 y 1901. Jorge III permaneció en el trono 60 años, de
1760 a 1820, pero estaba muy apagado al final; Isabel I fue Reina
durante solo 45 años, de 1558 a 1603. Isabel II parece gozar de buena
salud y espero que supere a Victoria.
La función de la Reina ha sido ocupar la jefatura del
Estado durante una serie de cambios inesperados que habrían parecido tan
improbables como indeseables en 1952. Hemos visto el fin del Imperio
Británico en su antigua forma y su sustitución por un conjunto de
naciones conocido como la Commonwealth, que tiene un fuerte vínculo
sentimental pero ninguna consecuencia para la política, a excepción del
«apartheid» sudafricano.
La alianza con Estados Unidos y los demás países de la
OTAN fue una construcción de los años cuarenta, antes de que la Reina
Isabel subiese al trono. La Unión Europea es una colaboración inusual
con los vecinos de Gran Bretaña de la que a menudo se oye hablar de un
modo muy poco amable a nuestros políticos, ansiosos por una ronda
humillantemente rápida de aplausos y a quienes todavía les gusta pensar
en los alemanes como en hunos, en los franceses como en «ranas» y en los
italianos como en «itis». Todas estas alianzas son nuevas y la Reina ha
sabido afrontarlas bien. Se ha comentado mucho que ayudó al Rey de
España con buenos consejos sobre cómo conducirse en la política.
Sin duda, la Reina ha tenido sus favoritos entre los
políticos. Churchill, para empezar, era claramente un amigo, y también,
curiosamente, lo era Harold Wilson, según se decía, pero un secretario
privado me dijo en una ocasión que sus distintos primeros ministros le
han gustado por igual, independientemente de sus políticas. Se rumoreaba
que Margaret Thatcher y la Reina no se llevaban muy bien, pero yo no vi
ninguna prueba de ello en el transcurso de los años que trabajé para la
primera ministra.
Muchas de estas acusaciones son inventadas y se basan en
rumores que no tienen ningún fundamento real. Sí recuerdo a Denis
Thatcher diciéndome que cualquier idea relacionada con un grupo de
estudio sobre el futuro de la Commonwealth supondría dificultades con
Palacio. Pero esa es otra cuestión.
La Reina ha sido Monarca durante 60 años de declive.
Muchos de nosotros todavía recordamos que, a principios de los años
cincuenta, Gran Bretaña tenía muchos tipos diferentes de aviones que
mostrar a los clientes. Pero nuestra economía industrial ha muerto. Hubo
una época en la que la idea de unas zonas «vetadas» a la Policía habría
sido descartada como algo inconcebible. Las absurdas normas sobre
sanidad y seguridad son intrusas de la última generación. Los tres
últimos primeros ministros, Blair, Brown y Cameron, han hecho daño a la
Cámara de los Lores con muchas invenciones irresponsables. Las Fuerzas
Armadas británicas siguen siendo admirables, pero son excesivamente
pequeñas para permitir que Gran Bretaña cuente demasiado en el mundo en
general. La propia Familia Real ha sufrido muchos reveses.
La Reina seguramente diría que su logro ha sido mantener,
en una época de escasos logros, la integridad y el atractivo de la
institución de la Monarquía que ella heredó para servir, articular y
dirigir. A pesar de todas las demás cosas que han desaparecido en Gran
Bretaña durante la última generación, la Monarquía no lo ha hecho. Por
el contrario, resplandece ahora con más brillo que nunca.
La Commonwealth parece estar en auge. El legado de la
Reina es el de la buena educación, la cortesía a toda prueba y la
serenidad en momentos a menudo muy difíciles. Ha dado un ejemplo
maravilloso de valor y calma que ha sido extraordinariamente inspirador.
LORD THOMAS DE SWYNNERTON ES HISTORIADOR